miércoles, 18 de julio de 2018

Sartor resartus

De física. Anécdotas, sucedidos y microrrelatos de ambiente científico, todos ellos reales

Fue el gran humorista Miguel Gila la primera persona que me puso en contacto con el método "assimil" para aprender inglés. Mucho tiempo después, no recuerdo muy bien cómo, cayó en mis manos el libro que lo apoyaba. Era un volumen tamaño bolsillo, de tapa dura y encuadernado en tela, de color amarillo. Hace mucho que no lo veo, seguramente se perdió en alguna mudanza. Para mi asombro, los chistes de Gila estaban allí escritos. Tal y como don Miguel los contaba.

Hubo un tiempo en el que los españoles no éramos muy buenos con los idiomas. Hoy en día, en el ámbito de la ciencia, esto puede parecer increíble, pero ocurría. Todavía quedan restos de esta época, no tan lejana, notables en el caso de los políticos. Algunos por falta de capacidad, y otros por haber tenido formación francófila, muchos científicos españoles no hablaban inglés. Pero todos conocían el "assimil", gracias a Gila.

En uno de los grandes laboratorios internacionales de física de partículas, el grupo de la universidad estadounidense de Northeastern tenía sus despachos justo enfrente del grupo español. La colaboración entre los dos grupos era estrecha. por eso, no resultaba sorprendente que el director del grupo norteamericano, hoy juzgado por corrupción, pasase al despacho del grupo español a preguntar por alguien. Ese día fue como todos los demás. El físico americano soltó una larga parrafada en la lengua de Faulkner, seguramente preguntando por uno de los jefes del grupo español. Pero el interlocutor que tenía ese día no era el mismo de siempre. Por eso, después de aguantar la murga anglosajona, respondió, recurriendo al "assimil", la frase más popular del método: "My taylor is rich". No había entendido ni una sola palabra. El americano, reprimiendo un gesto de asombro infinito, haciéndose cargo de la situación y tirando de la natural flema de sus primos del otro lado del charco, se limitó a responder: " Oh, really?"

La historia, sin embargo, acabó bien. En el despacho de los españoles había otro físico, que sí hablaba inglés, y que, tras recuperarse del ataque de risa, pudo atender, a duras penas y entre carcajadas, al colaborador norteamericano.

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