jueves, 19 de julio de 2018

Disparos

con Blas Cantor

Apuntes, por P. Ch.

Hace ya la friolera de veinticuatro siglos que el insigne Diógenes de Sinope, alias "el cínico", acuñó una afortunadísima expresión que no ha dejado de utilizarse desde entonces: "más vale tarde que nunca". Viene que ni pintada, una vez más, la expresión del habitante de la tinaja. Y ello por dos razones. La primera es la larga ausencia de inspiración literaria de la que me confieso culpable, y que trataré de remediar. La segunda es el tiempo transcurrido desde que B. C. se sintió inspirado y me envió estos disparos hasta que por fin han convertido en Opinión de Chichinabo. Por estas dos razones recurro a la sentencia del barbado sinopense para realizar este breve apunte. Breve como los disparos que nos lanza nuestro admirado don Blas. En esta ocasión, fruto del estro que le produjo la amena conversación que sostuvimos durante una comida. He insistido a lo largo de este apunte en la palabra inspiración, como seguro que han advertido. Porque la inspiración existe... Pero este tema queda para un texto que quizá escriba en el futuro.

Disparos

El poema es esa larga vacilacion dentre el sonido y el sentido.  (P. Valery)

La poesia es arte combinatorio. (P. Enmanuel)


España es un etcetera de Europa. (F. Umbral)


La forma es el fondo que viene a la suerficie. (V. Hugo)


El poema y el teorema, son el alfa y el omega del lenguaje. (B. C.)


La filosofia es el poema de la razon. (Novalis)


Las ideas son los sucedaneos de los pesares. (M. Proust)


No tengo ideas, solo palabras y silencios. (M. Duras)


Sabiduria: arte de emplear bien la ignorancia. (B. C.)


La vida, breve aventura de la química. (M. Vicent)

Prófugo de mi ser que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi sol, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.

Me dejan tacto y ojos, solo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué soy, sino la sima en que me abismo,
 y qué, sino el no ser lo que me puebla?.

El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.

Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.


(O. Paz)

 

miércoles, 18 de julio de 2018

La lengua de los sueños

De física. Anécdotas, sucedidos y microrrelatos de ambiente científico, todos ellos reales

Los científicos también son seres humanos. Este hecho trivial tiende a olvidarse en medio de los conceptos complicados, las matemáticas avanzadas y el lenguaje intimidante de la ciencia, pero nadie puede evitar su naturaleza; los científicos tampoco. Muchas de las reuniones de trabajo que se suceden sin interrupción en los grandes laboratorios ponen de manifiesto este hecho más que cualquier otra situación. Cuando un ponente de aspecto gris, voz queda, pasión inexistente y tema plúmbeo expone sus trabajos rutinarios, la visita que Morfeo hace a los oyentes es demasiado amable como para que se nieguen a acogerlo.

En el último quinto del siglo XX, en el laboratorio de física de partículas más importante del mundo, esta situación se produjo una vez más. Este hecho, por habitual, no tendría mayor relevancia si no fuera porque esta vez hubo un detalle que lo hizo diferente. Un fornido ruso describía sin pasión, con monotonía, sin color y con un inglés incomprensible las características de algún detector avanzado que jamás se construiría, y que no interesaba a nadie salvo quizás a algún miembro del KGB identificado como secretario científico. Entre los asistentes a tan apasionante discurso uno destacó por encima de los demás. Tras cinco minutos de discurso, cuando un 20% de los asistentes se habían abandonado al dios de los sueños; otro 40% intentaba acceder a esa avanzada herramienta de comunicación de la época: el correo electrónico y el resto borrajeaba el artículo que se había imprimido sin poderlo leer por puro sopor; eso sí, todos poniendo caras de gran atención y haciendo gestos de afirmación ante la monotonía del soviético, uno de los asistentes llamó la atención de un pequeño grupo. No paraba de realizar gestos extraños, una mezcla peregrina entre el ceño fruncido para quitar de entre los dientes ese molesto trozo de naranja, el cuello jirafero para asomarse y la angustia del ahorcamiento. Según afirma uno de los miembros de ese grupito: "...yo estaba muy asustado, creía que le estaba dando un ictus...". La gesticulación continuó durante muchos minutos, tantos como se alargó la pesadísima exposición del ruso.

Cuando el suplicio soviético llegó a su final, fue aderezado por los consabidos aplausos, que son el despertador de ese prudente y durmiente 20%. Llegó entonces el momento de descansar e ingerir tanto café como fuese posible en 20 minutos, antes de volver al interior de la sala para repetir la operación con otro ponente igualmente interesante. En este momento de relajamiento, varios de los asistentes asaltaron, preocupados, al autor de los gestos: "¿Estás bien? ¿Qué te pasa?". La respuesta confirma el enunciado del inicio: "No me pasa nada. Tan solo trataba de tocarme la campanilla con la punta de la lengua para no dormirme".

Cualquier método vale para intentar hacer frente a Morfeo. Pero el resultado siempre es el mismo: nadie se acuerda de lo que dijo el ruso.

Sartor resartus

De física. Anécdotas, sucedidos y microrrelatos de ambiente científico, todos ellos reales

Fue el gran humorista Miguel Gila la primera persona que me puso en contacto con el método "assimil" para aprender inglés. Mucho tiempo después, no recuerdo muy bien cómo, cayó en mis manos el libro que lo apoyaba. Era un volumen tamaño bolsillo, de tapa dura y encuadernado en tela, de color amarillo. Hace mucho que no lo veo, seguramente se perdió en alguna mudanza. Para mi asombro, los chistes de Gila estaban allí escritos. Tal y como don Miguel los contaba.

Hubo un tiempo en el que los españoles no éramos muy buenos con los idiomas. Hoy en día, en el ámbito de la ciencia, esto puede parecer increíble, pero ocurría. Todavía quedan restos de esta época, no tan lejana, notables en el caso de los políticos. Algunos por falta de capacidad, y otros por haber tenido formación francófila, muchos científicos españoles no hablaban inglés. Pero todos conocían el "assimil", gracias a Gila.

En uno de los grandes laboratorios internacionales de física de partículas, el grupo de la universidad estadounidense de Northeastern tenía sus despachos justo enfrente del grupo español. La colaboración entre los dos grupos era estrecha. por eso, no resultaba sorprendente que el director del grupo norteamericano, hoy juzgado por corrupción, pasase al despacho del grupo español a preguntar por alguien. Ese día fue como todos los demás. El físico americano soltó una larga parrafada en la lengua de Faulkner, seguramente preguntando por uno de los jefes del grupo español. Pero el interlocutor que tenía ese día no era el mismo de siempre. Por eso, después de aguantar la murga anglosajona, respondió, recurriendo al "assimil", la frase más popular del método: "My taylor is rich". No había entendido ni una sola palabra. El americano, reprimiendo un gesto de asombro infinito, haciéndose cargo de la situación y tirando de la natural flema de sus primos del otro lado del charco, se limitó a responder: " Oh, really?"

La historia, sin embargo, acabó bien. En el despacho de los españoles había otro físico, que sí hablaba inglés, y que, tras recuperarse del ataque de risa, pudo atender, a duras penas y entre carcajadas, al colaborador norteamericano.