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viernes, 28 de julio de 2023
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martes, 25 de julio de 2023
Los tacañones no están sólo en un, dos, tres
De física. Anécdotas, sucedidos y microrrelatos de ambiente científico, todos ellos reales
Los hay en todos los grupos humanos. Se trata, claro, de los tacaños. No son infrecuentes entre los científicos, acostumbrados a las apreturas económicas. Sin embargo, el caso que nos ocupa es especial. Tal es su racanería, que merece un lugar en el olimpo de los roñosos, junto a Harpagón, el dómine Cabra y Ebenezer Scrooge. Con la diferencia de que el personaje del que aquí se trata es real. Llamémosle Quilmer Guimana. Quilmer no se estira ni por la mañana. Con aspecto de teniente de jenízaros venido a menos, posee algunos records de tanto poso que es difícil pensar que alguien llegue siquiera a aproximarse a tal nivel de cicatería.
Llevaba ya años trabajando en un gran centro internacional, con contrato permanente y libre de impuestos, y un estipendio al que el adjetivo generoso no le hace justicia cuando ocurrió la historia que nos ocupa. Una prueba más de que la tacañería no se corresponde (no está correlacionada, que diría un científico) con el nivel de ingresos. Cierto día, hace ya muchos años de esto, recibió la visita de sus progenitores. Igual que no está correlacionada con el nivel de ingresos, parece ser que la tacañería no es genética, puesto que la pobre pareja se escandalizó de la forma en que vivía su hijo, el que nadaba en oro, como McDuck. Inmediatamente, le obligaron a redecorar la casa y a comprarse un coche nuevo, porque circulaba con un objeto cuya capacidad para desplazarse correspondía más a la magia negra que a la tecnología. Nadie entendía como aquello todavía se movía. Consiguieron que visitara el concesionario Mercedes, con enormes esfuerzos. Y salió con un nuevo automóvil, un flamante Mercedes… alimentado con gas-oil, que es más barato.
La historia tiene epílogo. En cuanto sus padres volvieron a casa, el flamante Mercedes de gas-oil quedó aparcado en la puerta de su modestísima vivienda y Quilmer comenzó a moverse con un coche alquilado al centro de investigación por el grupo de Madrid, que el combustible iba incluido en el precio del alquiler y así no tenía que salir de su bolsillo. En algunas ocasiones, al llegar los investigadores del grupo de Madrid a su trabajo se encontraron sin medio de transporte, ya que el Dr. Guimana estaba haciendo la compra con el coche del grupo. Varias décadas después seguimos en la misma situación…Supongo que dejará de ocurrir cuando se jubile.
La casa en la que lleva viviendo más de cuatro décadas merece un pequeño comentario. Se trata de un piso de protección oficial, perteneciente a una anciana. Lo compró para su hijo, pero este se murió antes de poder ocuparlo. Quilmer aprovechó la circunstancia para alquilarlo a buen precio dando pena a la anciana. Eso sí, el piso tiene refugio nuclear en el sótano. Un lugar tétrico que nuestro protagonista muestra orgulloso a sus visitas, ya que no tiene otra cosa que mostrar. El piso está en un edificio gris de cemento armado en medio de la nada. Pero es barato. Y hay un Mercedes (de gas-oil) aparcado siempre en la puerta.
Un último detalle acaba de ilustrar el talante del personaje. Lleva vistiendo el mismo pantalón acampanado de color crema desde 1975. Hace mucho tiempo que le aprieta, pero todavía abrocha si mete tripa. Y vestido con este pantalón, cual lomo embuchado, suele aparecer por Madrid en las fechas cercanas al 24 de diciembre, en curiosa coincidencia con la comida de celebración navideña de un cierto centro de investigaciones. Claro, está en una lista de correo en la que se anuncia tal acontecimiento, y así come gratis, por la patilla en argot castizo, al menos ese día. Una leyenda con altos visos de ser cierta es bien conocida en el centro donde Quilmer se desempeña. Al parecer, nadie lo ha visto nunca pagar por nada. Debe ser que le da vergüenza.
Los científicos también son seres humanos. Y de todo hay en la viña del señor. Pero no se conoce un caso tan extremo como este. Una historia apócrifa dice que oye misa por la radio y cuando pasa el cepillo cambia de emisora. Se non é vero é ben trovato.